Me desperté con el sonido de temor de Areli diciendo "¡Mi bebé, Mi bebé!" Ella estaba sangrando y no era solo un poco. Sabía que sangrar nunca es bueno en el embarazo, especialmente a las 27 semanas de gestación. Prendí la máquina de ultrasonido (la cual me pareció que tardo una eternidad en prender) mientras llamaba a nuestra partera para que me diera opciones. Sabía que necesitábamos llevar a Areli al hospital. Cuando el ultrasonido estaba listo, Areli se acostó en el suelo frio de azulejo mientras yo echaba un vistazo. Nuestra bebe todavía tenía un fuerte latido de corazón...