A las 6:13 A.M., vi el milagro del nacimiento una vez más, pero esta vez con mi hija. Ella no salió llorando. Más bien, ella estaba en silencio, flácida y no respiraba. Pero su corazón estaba latiendo. El pediatra inmediatamente la intubo y comenzó a darle soporte vital con oxígeno. Mientras que el equipo médico preparaba un ventilador para nuestra hija, me dieron la responsabilidad de presionar la bolsa que llevaba oxígeno hacia sus pequeños pulmones. Cuando estaba haciendo esto, recibí una llamaba de algunos de nuestros amigos misioneros. Ellos me preguntaron si yo quería que ellos vinieran en su avión para proporcionarnos un transporte rápido a la ciudad en donde había más ayuda disponible. Pronto estuvieron en camino.